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La Gran Partida de la Vida

El arte de vivir en movimiento

Nuestras vidas están condicionadas, no solo por nuestras decisiones, sino por múltiples factores y comandos, visibles e invisibles, que comienzan a fraguarse antes de nacer.

Inicio de la partida

Cada bebé es singular, trae una determinada calidad energética y una cantidad de energía. Una esencia original o energía ancestral, para transitar el tablero de la vida, que dependerá de sus progenitores, como terminales de linajes. Venimos supeditados a un sexo, a una genética y a una herencia familiar, que va mucho más allá de nosotros mismos.

Podríamos decir, que traemos de fábrica una «marca origen», un sello genético y energético, heredado de nuestro linaje ancestral, que supone una memoria activa en nosotros. En un universo donde todo está conectado por campos y entramados de filamentos de energía y conciencia, que transcienden el tiempo y el espacio, traemos programas cargados en nuestro sistema, informaciones que nos condicionarán más allá de la lógica lineal.

Cuando nacemos, traemos la conciencia en estado puro y natural, libre de filtros sociales.

Sin embargo, por regla general, solo desarrollamos una pequeña parte de la conciencia, el intelecto, como un procesador que adquirimos por el aprendizaje social, donde nos solemos acomodar y fijar. La conciencia se inserta en la estructura humana para su desarrollo, y expandirla o no, dependerá de nosotros y de circunstancias, que nada tienen de aleatorias.

Nuestro cuerpo es mucho más grande y abarcante, de lo que podemos observar con los sentidos comunes que dependen de la razón.

Esta conformado por campos y redes de energía viva, en constante movimiento e interacción, completamente intrincados con el resto de la realidad. El cuerpo humano está formado por vehículos, desde el todoterreno biológico, a múltiples estructuras energéticas con características y potenciales propios, que engloban todos los planos de energía y conciencia donde existimos.

Al igual que venimos equipados con potenciales físicos, traemos tecnologías humanas a desarrollar que contienen nuestras estructuras energéticas, como planos de conciencia por activar. Sin embargo, al omitir estos niveles de la realidad y vivir en un plano de conciencia limitado, que solo contempla la cara material de un mundo sólido, como norma obviamos el resto de capacidades que nos harían verdaderamente humanos.

Nuestras vidas y su desarrollo su están condicionadas por múltiples factores que comienzan a fraguarse antes de llegar. Comandos que actúan sobre nosotros de manera personal, grupal y transpersonal, afectando nuestros destinos. Desde la familia que nos trae a la vida, el nivel de conciencia donde se encuentra la humanidad, a fuentes abstractas que promueven y sostienen la vida.

Apertura del juego

Para cuando tomamos nuestro primer aliento, el escenario de nuestra existencia ya está creado. Aterrizamos en un mundo con condicionantes generacionales, marcados por la época, el lugar geográfico al que llegamos y su cultura. Cada uno traemos potenciales y debilidades muy específicas, tendencias particulares, un ímpetu natural y personal, un talante, y su evolución dependerá de cómo se desarrolle la gran partida de la vida.

La vida se despliega ante nosotros como un gran tablero de ajedrez, limpio de partidas.

Desde el primer momento en el que el juego se abre, comienzan los movimientos y las figuras empiezan a intervenir y a posicionarse. Las piezas mayores abren la partida, como norma, nos cuidan y nos enseñan a mirar ciertas caras de la realidad, lo que está bien y lo que está mal, como debemos pensar, ser, actuar, nos condicionan hasta nuestra forma de amar. Representan los valores en los que nos educamos, las convicciones que seguimos, el sistema de creencias y el orden social que fijan nuestro mundo y marcan nuestra travesía.

La primera fase es la educación, la escuela, todo el proceso de socialización, movimientos y estrategias, que marcarán rutas muy concretas a seguir. A los dos años la personalidad del niño está muy definida. Las primeras jugadas ya están hechas, determinadas y establecidas. A los siete años el niño ya está integrado en su tablero social. La evolución de su vida está condicionada por reglas precisas, donde cada movimiento le irá definiendo más y más.

El juego medio

El juego medio determinará nuestras relaciones, la expansión personal y social, la profesión con la que nos desarrollaremos, pero para entonces ya estaremos imbuidos por el entorno, las circunstancias y las experiencias vividas. Cada movimiento que emprendamos implicará una toma de decisión, grandes o pequeñas serán cruciales, pues irán definiendo nuestra partida de vida.

Cada etapa del juego de la vida y su evolución, dependerá de infinitud de circunstancias, de habilidades innatas y adquiridas, de la audacia de nuestras elecciones, de decisiones meditadas, impulsivas o intuitivas, que definirán nuestro camino, el rumbo, la dirección, nuestros objetivos y propósitos. Mover una pieza u otra, o no mover, implica tomas de direcciones constantes que van definiendo nuestra ruta, haciéndonos responsables de nuestros actos y de la propia vida.

Sin embargo, no podemos olvidar, que existen fuerzas abstractas e incomprensibles, que nos guían y nos llevarán donde tengamos que llegar, incluso a pesar de nosotros mismos.

El arte de vivir en movimiento

La vida nos permite decidir, actuar, desarrollar y entrenar muchas capacidades. La táctica, la estrategia, la gestión del tiempo, el cálculo y el pensamiento analítico, pero también otras más intangibles, más alineadas con el sentir y la fluidez con el momento, la escucha interna y externa activa, la intuición, la percepción, la certeza. Vivir se convierte en una destreza, en un arte, que se adapta, que cambia, que siempre está en movimiento.

Aunque estemos condicionados desde el origen, más allá del principio, siempre podemos elegir la siguiente jugada. Vivir es un arte en movimiento donde siempre podemos emplear la táctica, analizar, calcular, cubrirnos, compensar, doblar, interferir, lanzarnos, abandonar, puntuar, repetir, innovar, abrir, cerrar, dar espacio, pararnos o mover pieza, dar jaque mate.

Sin movimiento la vida se opaca, pierde su brillo y su esplendor. El que no arriesga, se para y el que no apuesta, no gana, en la gran partida de la vida.

¿Te arriesgas? ¿Juegas? ¿Eres alfil o figura de tu partida de vida?

 

Ana Rico | Post Conciencia

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May 29, 2023

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