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Rescatar nuestra humanidad

Ser humano es una experiencia muy grande aún por descubrir y vivir, en su amplia dimensión. Abarca la posibilidad de integrar todos los planos donde existimos.

La vida en la Tierra nos ofrece la posibilidad de experimentar lo que es ser humano, la esencia, el poder, la libertad y las facultades innatas que traemos. En nuestro proceso evolutivo, aún no hemos accedido a nuestra naturaleza esencial, a experimentar plenamente nuestras capacidades humanas, a lo que somos como humanos en todo su potencial y esplendor.

El secuestro del potencial humano

El humano es un ser soberano, mágico y extraordinario por naturaleza, capaz de experimentar y percibir sin límites. Sin embargo, desde que nacemos somos inducidos a vivir una experiencia muy material y muy poco espiritual. Se nos instruye y adoctrina para integrarnos en un sistema, que prioriza con intereses encubiertos egóicos, que obvian el espíritu humano. Hemos sido adiestrados a atender exclusivamente, el mundo de la materia y de la razón. Así nuestra atención es secuestrada, como norma para siempre, a través de un aprendizaje y un entorno social, que ignora y castra nuestra naturaleza esencial.

Nuestra atención y por tanto nuestra energía, se fijan en un mundo solido de ideas previamente estructuradas por otros.

Perdemos así, la capacidad innata de percibir directamente la realidad energética. Nuestra percepción natural es relegada a un producto convenientemente codificado. Lo que percibimos, aunque es energía, es procesado por la mente racional, pasando por programas, descripciones e inventarios teóricos, por todo un mapeado artificial previamente instalado. La percepción de la realidad queda codificada, en base a la programación del sistema social en el que nacemos.

Vivimos exclusivamente desde el nivel de la materia y de la mente racional, la parte entrenada de nuestra mente. Mientras, el resto de nuestra conciencia permanece prácticamente inactiva. Hemos entregado el mando al raciocinio a tal punto, que se ha instalado en nuestras cabezas, en continua y permanente replica, sin sentido ni dirección. Nos llena de un ruido infructuoso, que no solo devora nuestra energía, también la condición natural de nuestra mente humana, el silencio interno.

Nos olvidamos de que además de seres físicos y racionales, somos seres energéticos perceptivos.

Obviamos la otra cara de lo que somos, el otro lado, nuestra naturaleza energética, la que conecta con lo abstracto, con la fuente de vida de la que venimos y a la cual pertenecemos. Así quedamos hendidos y vivimos desconectados de nuestro poder, de nuestra verdadera conciencia, de nuestra percepción, de nuestro lado energético y sus infinitas capacidades innatas, de todo lo que nos hace plenamente humanos, y morimos sin haber experimentado lo que es ser humano en todo su esplendor.

En un sistema donde prima el interés personal, el amor al poder de dominación, donde faltan valores realmente humanos, el desarrollo de la conciencia, la percepción o la energía, se vuelven una rareza. No tenemos cultura energética, no interesa, pues es el área ilimitada, indómita e incontrolable de lo que somos, que nos lleva a experimentar el estado de libertad de ser humanos, que nos hace seres mágicos.

Invertimos nuestra energía en sostener un sistema desequilibrado.

En engrosar la imagen de nosotros que queremos dar al mundo, de un ya nutrido ego, artificial, doliente y falaz, que nos distancia de los demás, pero sobretodo de nosotros mismos, y que nos impide interactuar con el mundo con autenticidad y sin filtros. Nos entretenemos en nimiedades superfluas, efímeras e intranscendentes, perdiendo la posibilidad de experimentar la profundidad y la grandeza de lo que somos.

Sin embargo, si nos vamos liberando del dogma que hemos asumido como realidad, de las programaciones que hemos instalado, de las e ideas heredadas que aceptamos sin cuestionamiento, si rompemos la rigidez de nuestros artificiales límites y condicionamientos, podríamos descubrir el ser humano que somos, permitir que la vida fluya a través de nosotros sin barreras.

Aún no hemos dado el salto a ir más allá, para integrar planos más sutiles y energéticos de lo que somos, para explorar la amplísima gama de nuestros potenciales humanos.

Vivimos incompletos cuando la totalidad esta a nuestro alcance.

 

Liberar nuestra humanidad

La conciencia, la energía y la percepción son tres pilares humanos por descubrir y explorar. Los tres se entrelazan y relacionan, van de la mano. Desarrollarlos y ampliarlos nos acerca a nuestra esencia humana. El alcance de la conciencia humana es ilimitado, al igual que nuestros potenciales energéticos y perceptivos. Integrar las capacidades innatas que traemos, propias de la conciencia y de nuestro cuerpo energético, nos hace humanos.

¿Qué mejor propósito que vivir la experiencia de descubrir quién eres en realidad? ¿Qué mayor finalidad podríamos tener que la de experimentar la autentica libertad de ser humano?

Para abrir nuestro potencial humano hay que soltar el lastre.

Depurar la parte que intoxica nuestra energía. Drenar la carga de un pasado que mina y condiciona nuestro presente. Soltar la programación incrustada, las ideas inconscientes heredadas, todo aquello que hemos incorporado por inducción, de manera subliminal, sin ningún cuestionamiento y que nos esclaviza sutilmente. En muchos sentidos es desandar el camino, para recuperar el ímpetu natural que traíamos al nacer, la pureza del niño que fuimos.

Para alcanzar la totalidad de lo que somos, para ser verdaderamente humanos, tenemos que recuperar e incrementar nuestra energía. Acceder a nuestra ilimitada y verdadera mente. Abrir y ampliar los límites de la percepción. Despertar y recuperar nuestra “otra mitad”, la mitad dormida que ignoramos y hemos olvidado, la contraparte de nuestro cuerpo físico, el cuerpo energético, y con ello activar sus cualidades inherentes. Estas son las claves para activar las infinitas e innatas capacidades humanas, para experimentar lo que somos, para liberar el espíritu humano. Un humano por fin integrado en su vertiente energética, conectado a las fuentes que nos dan la vida, perceptor, en todo su esplendor de conciencia.

Comenzar a recuperar tu poder interno, no es inflar tu ego y tu importancia personal aún más.

Muy al contrario, el trabajo honesto y verdadero con uno mismo te hace humilde, al sacarte de la ilusoria fachada de la realidad, al ponerte frente a la grandeza y la inmensidad del misterio extraordinario que somos y que es el universo. Recuperar tu poder es más bien, dejar que otra fuerza se instale en ti, la misma fuerza consciente que sostiene la vida y nos apremia a evolucionar. Es vaciarte de todo lo que no es, para dejar espacio a otra cosa, a lo que si es. Es convertirte en un vehículo fluido de la energía que todo lo comanda. Es dejar de poner tu poder personal fuera de ti, de delegar, para asumir la responsabilidad de ser humano. Formar parte de este cuerpo al que llamamos humanidad de una manera nueva.

Rescatar nuestra humanidad está a nuestro alcance.

Ser plenamente humanos es haber accedido a nuestra naturaleza esencial. Desde ahí, solo cabe la búsqueda del equilibrio y la armonía con uno mismo, con los demás, con el planeta y con el universo.

 

Ana Rico | Post Conciencia

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Sep 10, 2021

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